Seguimos con la descripción de los sucesos acaecidos durante el desarrollo de la carrera de las 24 horas de Le Mans del 11 de Junio de 1955, en un artículo previo describíamos el ambiente que se vivía en la cabeza de carrera a la altura de la zona de tribuna y boxes momentos antes de que se desencadenara un verdadero infierno.
Una dolorosa lección recibimos aquel día, el respeto debido a aparatos potencialmente explosivos liberados al albur de las leyes de la física más elemental
Todo ocurre en décimas de segundo, Levegh se abre también a su izquierda para evitar el Austin pero no lo consigue, recordemos que su velocidad era casi de 240 km/h, su vehículo golpea con la parte posterior izquierda del de Macklin y despega en vuelo yendo a aterrizar en el talud de tierra que bordea el circuito. A la vez que maniobra Levegh trata de advertir a su compañero de equipo levantando la mano.
En ese momento ocurre todo: Levegh sale despedido y muere en el acto, el mercedes estalla en llamas y partes de su chasis y su tren delantero vuelan como una guillotina recorriendo parte de la tribuna, la escena es dantesca. Un hecho agravó aún más la situación, gran parte de las piezas del Mercedes estaban fabricadas con Magnesio, su contacto con el agua al intentar sofocar el fuego, produjo la reacción contraria avivando aún más las llamas.
Por su parte Fangio en una maniobra digna de un virtuoso evita con dos diestros volantazos los vehículos frente a él. Maclin tras rebotar en ambos márgenes de la pista sale del coche por su propio pie.
Una decisión acertada
Contra todo pronóstico, y tras el fatídico accidente, el director de carrera decide no interrumpirla. Con un criterio que se demostraría correcto, opina que si interrumpe en ese momento la competición los miles de espectadores que abarrotan el circuito lo abandonarían de forma caótica dadas las circunstancias y esto impediría la llegada de ambulancias y servicios de socorro.
Otra decisión que también nos parece acertada es la que toma el equipo Mercedes, opta por retirarse de la carrera como señal de duelo ante la gravedad de los hechos. Sin embargo esa no es la opinión del director de Jaguar que insiste en continuar, obteniendo su equipo la victoria final que Hawthorn celebra por todo lo alto. Algo que la prensa y el público francés no le perdonarían.
Consecuencias
Mercedes no volvería a competir en circuitos hasta 1989. El compañero de Levegh, John Fitch, dejaría la competición años más tarde para enfocar su carrera en el estudio y desarrollo de mejoras para la seguridad de los pilotos.
Las competiciones de automovilismo fueron inmediatamente suspendidas en Francia así como en España, Alemania y Suiza que siguiendo el ejemplo francés suspendieron todos sus grandes premios de ese año.
Fangio nunca volvió a Le Mans, muchos años después reconocería el gesto de Levegh admitiendo que le salvó la vida cuando le advirtió alzando su mano.
Tal vez no haya un culpable claro, posiblemente Hawthorn no debió adelantar a Macklin, el caso es que la responsabilidad del accidente es achacable a un cúmulo de circunstancias. Falta de medidas de seguridad, los conductores no usaban cinturones de seguridad pues no querían verse atrapados en un vehículo en llamas en caso de accidente, los cascos usados no les cubrían completamente, la seguridad en la pista no existía, la circulación de personas por la misma era habitual, algo impensable hoy en día.
Un sinnúmero de despropósitos que con la experiencia, desgraciada experiencia, vivida en esta competición y en otras muchas han ido haciendo que el mundo del motor deportivo sea hoy mucho más seguro, y más consciente de su peligrosidad. Aunque aún hay quien olvida la responsabilidad que recae sobre cualquier conductor, máxime si circula con un vehículo sobre-potenciado entre sus manos, sea o no en una competición deportiva.
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