Ser un ídolo es lo que tiene, uno toca algo y automáticamente se convierte en un icono de la cultura de masas. John lennon tuvo muchos coches, pero uno en particular sobresale entre todos. Si buscamos información que incluya esas palabras, el nombre del músico y coche, un raro ejemplar aparece ante nuestra atónita mirada: un Rolls-Royce Phantom V de color amarillo chillón decorado con motivos «psicodélicos» similares a las carrozas de los Zíngaros, un desperdicio de coche pintarrajeado, podían pensar algunos.
El segundo Rolls de John Lennon, blanco por todos lados
Sin embargo hoy vamos a hablar del «otro» Rolls que John Lennon compró unos meses después del primero y que con los años se ha vuelto mucho más interesante para los aficionados del motor. Desaparecido de escena durante más de treinta años ha llegado a rodearse de un aura de misterio. La realidad es que el coche llevaba todo ese tiempo olvidado en el garaje donde su último (también famoso) propietario lo abandonó. Tras el fallecimiento de éste su hijo y heredero ha decidido restaurarlo y devolverlo a la vida para presentarlo este verano a la reunión anual del Club de Entusiastas del Rolls-Royce en Burghley House, Stanford, Inglaterra.
Un buen músico, un mal conductor
Pero volvamos al principio en 1965, un chaval de 25 años con el carnet de conducir nuevecito que decide comprarse su primer coche, un Ferrari 330 GT azul, seis semanas más tarde encargaría otro coche: un Rolls-Royce Phantom V (éste es el que acabaría de color amarillo). Lógicamente esta no es la historia de un chico normal, sino la de un muchacho que en menos de tres años se convirtió en un de los mayores iconos de la música mundial. Dotado para el ritmo y la poesía, carecía de talento para la conducción, su segundo coche fue un Morris que destrozó en un aparatosos accidente, a raíz de este suceso se hizo con los servicios de un par de chóferes para que condujeran sus coches.
Aproximadamente un año después de comprar el primer Rolls Lennon envió a uno de sus chóferes, Les Anthony, a buscarle uno nuevo a un concesionario de Fiat especializado, también, en coches deportivos usados, en el distrito londinense de Chelsea. Originalmente este segundo Rolls era también completamente negro, pero el cantante solicitó que fuera pintado de color blanco y la tapicería cambiada por una nueva del mismo color. Pagaría 6.000 libras de la época por el coche y otras 6.000 libras por adaptar el coche a sus exigencias estilísticas (recordemos que esa cantidad, 12.000 libras era el precio de una casa de tamaño medio en la Inglaterra de aquellos años 60).
Volver a disfrutar de su presencia
El coche clásico estuvo a su lado pocos años aunque, un ejemplo más arriba, sirvió de fondo para multitud de imágenes asociadas con los Beattles o con John Lennon y su pareja, Yoko Ono. Posteriormente vendería el coche a Allen Klein en 1969 por la cantidad de 50.000$, al mismo tiempo que éste se convertía en manager de la banda (lo era también de los Rolling Stones en ese preciso momento) aunque la relación acabaría de forma tormentosa en los juzgados, en 1971, donde se lanzarían demandas cruzadas entre el grupo y Klein (algo parecido ocurriría con los Rolling Stones).
Klein hizo uso del coche durante los siguientes diez años tras lo cual estuvo guardado en un garaje londinense hasta su fallecimiento en 2009 cuando al heredarlo su hijo decide darle una nueva y mejor vida. Desvelado el misterio los aficionados a los clásicos y a la música de los Beatles podemos darnos por satisfechos, aunque lo que de verdad nos gustaría es que nos dieran un paseíto en él.