Es cierto, y no menos triste, que tras las crisis, tras las más duras guerras nacen grandes ideas que hacen avanzar al mundo. En 1963 comenzó una negociación entre Ford y Ferrari para la compra de la segunda por el gran fabricante americano, ambas marcas se necesitaban, ambas atravesaban momentos difíciles. No hubo acuerdo, pero la ruptura desencadenó una encarnizada batalla que Ford ganaría in extremis.
La historia del motor como la de la humanidad, a veces, avanza sobre un camino de lucha, enfrentamiento y dolor
Hijo de esta lucha es el Ford GT40 uno de los coches más bellos y potentes que han recorrido los circuitos de competición, su nacimiento no fue fácil a pesar del empeño de Henry Ford II quien liberó una ingente cantidad de recursos para la creación de ese coche cuyo objetivo final, único, era derrotar a Ferrari. Mientras la compra de Ferrari se negociaba por unos quince millones de dólares, la inversión total de Ford para ganar a la marca italiana rondó los cuarenta millones.
Corría el año 1963 cuando un joven Lee Iacocca, director general de Ford, (más tarde, tras su salida de la firma, asumiría la dirección de una Chrysler en caída libre, reflotándola de forma brillante) transmitió a su jefe, el citado Henry Ford hijo, las bondades de participar en competiciones, ganar carreras para llegar a un público más joven, dar una imagen de marca innovadora y salir del estancamiento en que se encontraba la compañía. El éxito del, entonces, nuevo Corvette de General Motors mostraba el camino a seguir.
Una compra fallida desencadena el enfrentamiento
Ferrari por su parte vivía, aparentemente, unos años dorados, el período que va desde 1955 a 1965 está trufado de victorias en múltiples competiciones, sus diseños marcan tendencia. Desde el exterior todo parecía ir sobre ruedas, nunca mejor dicho, pero la realidad de la compañía era muy otra, la marca del cavallino rampante no generaba los recursos suficientes para asegurar su supervivencia y financiar al equipo deportivo. La compañía de Enzo Ferrari se encontraba en una situación financiera precaria.
Ambas empresas se necesitan, tras los primeros contactos se inician las negociaciones, un equipo del más alto nivel se desplaza hasta Maranello encabezados por Donald Frey, Jefe de División de Ford. Tras más de diez días de trato las conversaciones se rompen de forma repentina. Enzo Ferrari no acepta perder el control sobre su amado equipo deportivo o eso, al menos, es lo que ha trascendido. (Pocos años más tarde serían los Agnelli, con FIAT, los que acudirían al rescate de Ferrari).
Doblegar a Ferrari, un objetivo difícil
Esta situación es muy mal recibida en Ford, el presidente de la compañía decide entonces dotar de un presupuesto ilimitado al nuevo equipo deportivo creado con el único fin de derrotar a Ferrari en su propio terreno, las 24 Horas de Le Mans. Tras un acuerdo con la escudería Lola ese mismo año, 1963, se presenta el primer GT de Ford que con un motor de 4.2 litros, participa en las 24 Horas, queda fuera de carrera al quemar el motor, Ferrari se hace con la victoria, es su cuarto año consecutivo.
En 1964 los Ford GT40 ya están disponibles,( 40 indica la altura total del vehículo, 40 pulgadas casi un metro justo, 101,6 cm), nada menos que tres unidades participan en la carrera de ese año (Le Mans), ninguno acaba, Ferrari vuelve a ganar. Henry Ford no entiende nada, descabeza al recién creado equipo y pone al frente a Carroll Shelby poniendo a su disposición todos los medios, todo el presupuesto que pueda necesitar. En 1965 nuevo intento, esta vez es el definitivo, seguro que sí…tampoco, rotundo fracaso. Ferrari con un 250 ML vuelve a llevarse la victoria.
Y llegamos al año 1966 los Ford han crecido, su motor es un ocho cilindros con siete mil centímetros cúbicos y vienen a por todas, definitivamente lo consiguen, los tres primero puestos son para ellos. Han sido tres años de lucha, de pruebas y errores hasta conseguir su objetivo. No lo dejarán, durante las carreras de 1967, 1968 y 1969 los Ford vuelven a ganar hasta la llegada de Porsche en 1970 que acaba con su reinado.
Abundancia de egos, recursos y espectadores dieron como consecuencia un coche excepcional y espectáculo a raudales, durante años, tal vez la soberbia sirva para algo.
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