Cuesta creer que aun existan tesoros escondidos, parece que en el mundo no quedase nada por descubrir. Siempre bromeamos considerando que una capa de cinismo descarado impregna todas aquellas noticias lanzadas cada vez que nos presentan un nuevo «hallazgo», y no nos falta razón pues suelen ser la tarjeta de presentación de una subasta millonaria.
Sorprendente hallazgo de tres increíbles coches clásicos
Este caso es probable que no difiera demasiado de los anteriores, al menos en cuanto a sus intenciones comerciales, pero a la vista de las imágenes adjuntas el descubrimiento es real, los coches (sorprende pero es una muestra de autenticidad que se echa en falta en otros casos) tienen las ruedas destrozadas, una gruesa pátina de suciedad los cubre y se aprecian hasta pisadas de ratas o gatos sobre ellos. Digamos que ese toque romántico le da, al menos, un punto de autenticidad.
Los coches clásicos olvidados en una nave industrial ubicada en un lugar no declarado de la isla de Long Island, próxima a Nueva York, son verdaderas joyas. La información que por ahora se tiene de ellos es realmente amplia y sorprende, no sólo por la calidad de los coches encontrados, un Rolls Royce de 1937, un Packar también de 1937 y un Delahaye cabriolet de 1947, sino porque han conseguido identificarlos y son modelos únicos como veremos a continuación.
Gran historia tras estos deteriorados coches clásicos
Tanto el Packard como el Rolls son coches de antes de la Segunda Gran Guerra, por eso no basta con indicar el fabricante sino que también es imprescindible conocer al carrocero que los vistió. En el caso del Packard, que parece ser se utilizó tanto de ambulancia como de coche fúnebre, fue carrozado por la Silver-Knightstown Body Company. El Rolls sin embargo tiene una historia mucho más glamourosa, carrozado por Franay fue el coche de exposición que la marca llevó a la Feria del Automóvil de París de 1937. El Delahaye es también un modelo único, carrozado por Vesters y Neirinck fue exhibido en 1948 en la Feria del Automóvil de Brueselas y presentado, posteriormente, al concurso de elegancia de Vichy obtuvo el premio al mejor de la exhibición.
Como vemos todo un tesoro encontrado en una isla, parece que han sido más de 40 los años que estas joyas han estado olvidadas acumulando herrumbre, polvo y otras cosas más desagradables, pero afortunadamente han sido desveladas y ahora serán devueltas al esplendor que antaño debieron lucir y que por cuna se merecen.
Nos alegran los hallazagos, pues como verdaderos aficionados no necesitamos poseer para disfrutarlos.