Alegra ver que no es una moda pasajera esta pasión por el motor que sentimos, nos inunda una sensación de afinidad hacia gente mucho más antigua que nosotros infectada también por este virus mezcla de gasolina y caucho, de humo y grasa de motor. Y es a esa gente que tenemos que estar agradecidos, su sacrificio, incluso su ruina, ha permitido que hoy podamos disfrutar de una de las mayores muestras de clásicos europeos del mundo.
La Cité de L´Automobile, colección orgullo y ruina de dos hermanos obsesionados con los coches clásicos, peregrinación imprescindible para todo aficionado
La historia de esta colección y de sus creadores se puede calificar de azarosa, cuando menos, sus vidas y sus haciendas se vieron comprometidas dramáticamente por su afición al motor clásico. Incluso su final estuvo marcado por la huida y la separación de su más preciado tesoro. Y, como en toda bella historia, la justicia poética, la más magra de todas las justicias, tuvo un papel en ella.
Los hermanos Schlumpf, Hans y Fritz, nacieron ambos en la Suiza de principios del siglo XX con dos años de diferencia. Crearon un imperio industrial en el sector de las hilaturas en la ciudad de Mulhouse, en plena Alsacia francesa y muy próxima a la ciudad de Estrasburgo. En ella floreció su empresa e hicieron sus negocios ambos, uno de ellos Fritz, que era el que solía llevar la iniciativa en todas sus actividades tenía una afición que mantenía en un relativo secreto, los coches clásicos europeos.
La mayor colección de Bugatti del mundo
Fue en 1939 que Fritz adquirió su primer Bugatti 35b, en principio para su uso en carreras, pero no fue hasta 1957 tras la muerte de su madre que comienza a comprar coches de forma continua. Sus contactos y sus recursos financieros le permitieron hacerse con multitud de vehículos directamente de fábricas en proceso de liquidación, como la casa Bugatti donde consiguió adquirir los vehículos personales de «Le Patron», Ettore Bugatti. También adquirió, entre otros muchos (muchísimos), la colección personal de Amadee Gordini tras la venta de su fábrica a Renault en 1965.
Contactos y amistades, como la que compartía con Enzo Ferrari, le facilitaron el acceso a piezas únicas. Su afición por los clásicos europeos en general, y por los Bugatti en particular, podría ser denominada obsesión y para ello baste mencionar que escribió a todos los propietarios de coches de esa marca en el Reino Unido ofreciéndoles la compra de su vehículo. La colección cuenta con 120 Bugattis entre las más de 400 piezas que la componen. También podemos encontrar un considerable número de Hispano-Suiza, Rolls-Royce, o Bentleys. Medio centenar de vehículos de competición Maserati, Gordini, Ferrari o Alafa Rómeo completan el conjunto. Además de algunos pertenecientes a fabricantes franceses como De Dion-Bouto o Panhard-Levasson.
La crisis que originó un museo único
A mediados de los años setenta la empresa de los hermanos Schlumpf entra en crisis. Muchos de los excedentes que la empresa había generado habían sido invertidos por parte del Sr. Fritz en su grandísima colección de clásicos, siendo éstos almacenados en unas antiguas instalaciones de su empresa (el mismo lugar en el que hoy se encuentran tras una magnífica restauración).
Hasta el año en que se desata la tormenta casi nadie había visto su tesoro, a parte de algunos dignatarios europeos aficionados al mundo del motor o algunos amigos muy cercanos. Los hermanos, dada la fortísima presión de acreedores y sindicatos, tratan sin éxito de vender la empresa por el valor de un franco. La maniobra no da resultado y huyen a la cercana ciudad Suiza de Basilea, de donde eran originarios.
A partir de ahí ya todo es historia, los empleados ocupan las instalaciones y deciden abrir la exhibición con el nombre de «Museo de Los Trabajadores», la iniciativa no tiene futuro pues no se generan los ingresos suficientes. Ante la posibilidad de perder tan importante colección, conscientes de su enorme valor, las autoridades locales, varias asociaciones e incluso la administración regional forman una fundación que se hace con el patrimonio de los Shclumpf.
Para más inri, y ahora es cuando la justicia poética hace acto de presencia, los hermanos litigian durante años y en 1989 consiguen que el museo tenga que llevar su apellido en su denominación, así como ser compensados económicamente por el valor que les correspondía tras la expropiación, sería también la única ocasión en que volverían a pisar suelo francés. Sonado affair que fue comentado por el mismísimo Francoise Mitterand.
Más información, detalles de cómo llegar o si solo queremos echar un vistazo en este enlace de la web del museo.
Si dispone de algún coche clásico como los que podemos encontrar en Le Cité de L´Automobile, podemos asegurárselo (y darle la enhorabuena), consúltenos!
estos automóviles hacen parte de lo clásico en tecnología y movimiento, expresan ese cambio del querer transportarse mediante el territorio, magnificas reliquias.