Conocer nuestro pasado, nuestros orígenes, es algo que todos necesitamos. El ser humano, por instinto, trata de conocer de dónde viene para saber adónde va. Esta premisa se hace insoslayable si la contemplamos desde nuestra perspectiva de aficionados a un mundo que asienta sus raíces profundamente en tiempos remotos.
Nombres, piezas y complementos del motor clásico, información imprescindible para el aficionado
A veces se nos escapa, por la costumbre, que muchos de los conceptos, complementos, pequeños detalles que consideramos normales tuvieron que ser inventados, creados desde la nada en algún momento.
Chófer, una palabra común con un curioso origen.
Hay palabras que conocemos desde nuestra cuna, que usamos a diario y que parece que estén ahí de forma lógica, nos hemos habituado a usarlas cada día. Pero el mero hecho de estudiar su origen nos permite, por extensión, conocer cómo fueron los primeros coches, las primeras y aparatosas máquinas autopropulsadas. El desarrollo del automóvil (máquina autopropulsada) está emparentado con las máquinas de vapor que impulsaban a las locomotoras, este tipo de vehículos siempre contaba con un ingeniero (el conductor) y un fogonero (responsable de mantener el calor que hacía hervir el agua propulsora del motor). Este fogonero era llamado en francés Le Chauffer.
Los primero automóviles iban también propulsados por motores de vapor, el conductor debía mantener también alimentada la caldera para, de esta forma, conseguir una adecuada presión que hiciera mover el vehículo. Los franceses llamaban a estos conductores Chauffers. Más tarde con la aparición de los motores de gasolina se siguió usando la misma palabra para la persona encargada de conducir el vehículo. Realmente hoy en día se usa más para los conductores profesionales, pero sigue estando llena de sentido cuando describe a la persona responsable de dirigir un automóvil.
Limpiaparabrisas, ese artilugio imprescindible
Los imprescindibles, y poco valorados, limpiaparabrisas nacieron al mismo tiempo que los parabrisas. En sus principios no eran más que una humilde rasqueta insertada en un perfil con forma de «U» en la parte de arriba del cristal, el conductor debía deslizar a uno u otro lado el perfil para que la rasqueta limpiara el agua. Posteriormente, y tras la aparición de los turismos, el acceso a la rasqueta se hacía a través de una manivela que el conductor accionaba. El conductor entonces tenía dos opciones, conducir con una sola mano o no ver nada.
En los años veinte aparecieron los primeros limpiaparabrisas automáticos conectados al motor, con una curiosa característica, su velocidad de barrido era inversamente proporcional a la velocidad del motor. Cuanto más rápido circulaba el vehículo más despacio limpiaban las escobillas.
Tuvo que llegar Bosch en 1929 para patentar los primeros limpiaparabrisas eléctricos, que fueron mejorando gradualmente con distintas velocidades, varillas flexibles y salida de agua directa al parabrisas.
Cultura del motor clásico, información que nos hemos comprometido a difundir y que en estas páginas reflejamos.
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