Este neoyorquino de adopción, de origen austriaco, no tenía formación en diseño o ingeniería, ni tan siquiera trabajaba para las marcas a las que asesoró (en algún caso, como ahora veremos, se puede decir que enredó) para que fabricaran modelos de coche que el consideraba serían del gusto de sus clientes, acertó y creó tendencia en uno de los mercados más difíciles y complejos del mundo.
Influyó en las más importantes marcas europeas de su tiempo para que crearan modelos considerados iconos desde su nacimiento
Nacido en Viena en 1904, de ascendencia judía, huye de su país natal en cuanto detecta el ascenso de la influencia Nazi entre sus conciudadanos. Son los años treinta y deja atrás un exitoso currículum como conductor de coches de carreras y un negocio de distribución y venta de automóviles. Cuando llega a los EEUU se instala en Nueva York donde regenta una joyería durante la década de los 40.
Su corazón, no obstante, sigue lleno de humo y olor a gasolina y es en 1948, con lo que ha conseguido ahorrar en su pequeño negocio, que crea una empresa para importar coches Jaguar para el mercado americano. Un par de años más tarde alcanza un acuerdo con la Volkswagen para importar también sus vehículos.
La empresa languidece a los pocos años, y la razón es bien fácil de entender, en los cincuenta el gran público americano empieza a tener la suficiente capacidad económica como para comprar coches fabricados en su país, por no mencionar que el diseño de éstos es mucho más del gusto de los estadounidenses, a diferencia de los pequeños y raros coches europeos.
Una hábil estrategia que termina dando sus frutos
Pero ahí también estaba la apuesta que hizo Hoffman, la gente más sofisticada quería buscar ese nivel de distinción que aportan los coches provenientes del otro lado del charco, sobre todo en los modelos de más alto nivel. Además encarga en 1953 a Frank LLoyd Wright (uno de los principales arquitectos del siglo XX) para que le diseñe su sala de ventas en Park Avenue.
En 1952 el señor Hoffman había llegado a un acuerdo de importación también con la casa Mercedes, es en ese año cuando el 300SL/W194 empieza a hacerse notar en las competiciones deportivas, y capta la atención de nuestro personaje. Dado que como importador tiene la posibilidad de comunicarse con los cuarteles generales de la Mercedes en Europa hace una petición del todo inusual, que le fabriquen una versión de carretera del exitoso 300SL, en la Mercedes no le hacen ni caso. Pero Hoffman sabe como motivar a los gerentes de la firma alemana, les hace un pedido de 1.000 unidades. Los alemanes caen en el enredo, y ahí es donde empieza la historia del W198 «Alas de Gaviota» (como ya relatamos en una entrada anterior), y también el despegue como importador-asesor de Max Hoffman.
Su mano «tocó» también otros modelos, a todos acompañó el éxito
Son varios los fabricantes y modelos que se vieron «influidos» por el perspicaz consejo de este brillante caballero, Porsche y su 356 (una versión simplificada y convertible del mismo, denominada «speedster»), Alfa Romeo y su versión Spider del Giuletta, BMW llegó a contratar un diseñador americano para que colaborara con Hoffman en el diseño de un modelo para su mercado, tanto fue el éxito de esta combinación que BMW terminó comprándole el negocio y encargándose ella misma de la gestión de sus importaciones a suelo americano.
Hoffman muere en 1981 como uno de los empresarios más ricos de américa, su legado, es ese puñado de modelos que dejó su fina intuición y que no sólo fueron éxitos comerciales sino también verdaderas creaciones únicas que sin su influencia nunca hubieran existido.
Motos clásicas, coches clásicos, déjelos a nuestro cuidado se los aseguramos!!