Parecía tener todos los hados de su parte, recursos, tecnología, un equipo técnico perfecto y el ímpetu de un grupo cohesionado, de nada sirvió, en no más de cinco años la renacida Bugatti desaparecería dejando una estela de ilusión y desesperanza. Parece una broma del destino, la vida de la nueva empresa fue tan veloz como lo fue el primer y único vehículo que llegó a crear y del que hoy queremos aquí dar cuenta.
Breve vida la de un coche único, una iniciativa memorable que, sin embargo, acabó en fracaso
Como ya hemos contado en esta misma bitácora la empresa Bugatti sobrevivió quince años a su creador, cerrando sus puertas definitivamente en 1962. Un empresario italiano, Romano Artioli, adquiere los derechos sobre la marca en 1987 al objeto de cumplir uno de sus sueños más increíbles, recrear el pasado fulgor del legendario fabricante. En 1989 traslada la sede a Módena desde su ubicación original en Molsheim, a unas instalaciones equipadas con los últimos avances tecnológicos disponibles en esa época.
El nuevo y flamante dueño de Bugatti no escatimó en gastos, además, quiso imaginar cual habría sido la trayectoria de tan renombrada insignia, coches de lujo y deportivos, si no hubiera llegado a cerrar cuando lo hizo. De acuerdo a esta consigna definió el tipo de coche que quería fabricar, un súper-deportivo de lujo. Y se puso a ello, contrató un equipo de lujo, Marcelo Gandiani antiguo diseñador de Lamborghini (es el padre de los Miura, Countach y Diablo), Paolo Stanzani, también de Lamborghini que sería el jefe de ingeniería y a Nicola Materazzi, como director técnico que fue responsable del Ferrari F40, del 288 GTO y del Lancia Stratos.
Un coche espectacular en todos sus sentidos, por supuesto, en azul Bugatti.
El nombre tampoco es casual EB110, son la iniciales de Ettore Bugatti y 110 es el número de años que en 1991 hubiera cumplido el insigne emprendedor. Los materiales eran también de primer nivel, de hecho el monocasco de fibra de carbono que daría sustento al vehículo sería el primero utilizado por un coche comercial, años antes del McLaren F1. Sus frenos, su motor de 3.500 cc V12 y cinco válvulas por cilindro estaba sobrealimentado por cuatro turbos, dando una potencia de 561 CV a 8.000 rpm.
Presentado el 15 de Setiembre de 1991 en París, el mismo día en que Ettore Bugati hubiera cumplido 110 años, fue todo un éxito mediático y de ventas, a pesar de que su precio, 350.000$, el más alto de los deportivos de su época. Su avanzado diseño, su perfil bajo y esas puertas de apertura estilo «Lamborghini» así como las elevadas aceleración y velocidades conseguidas lo hacían un vehículo irresistible para su público.
Llegó a desarrollarse otro modelo, más rápido y ligero, el EB110 SS, que era aún más potente y veloz. El mismo Michael Schumacher adquirió una versión de este modelo en 1994 en color amarillo canario.
Corría el año 1993, la nueva Bugatti se encontraba desarrollando su siguiente modelo el EB112, cuando estalló la crisis de los noventa. Si a la bajada en el volumen de pedidos sumamos las dificultades que se encontró la marca en los EEUU para homologar su vehículo, el lanzamiento del McLaren F1 y las exigencias de una banca nerviosa, a la vista de los acontecimientos, entenderemos un poco mejor lo que provocó el colapso de la empresa en 1995. Se habían fabricado 95 EB110 GT y 31 EB110 SS.
Fugaz fue la vida de esta maravillosa iniciativa, rápida como el paso de uno de sus deportivos ante nuestros ojos, dejándonos ese sabor amargo en la boca que a veces sentimos cuando algo que podría haber sido grande se quedó en muy poco.
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