Existe una concatenación de hechos que dan lugar al nacimiento de este fabricante, la «marca de automóviles española» por excelencia (una empresa icónica, su capacidad creativa, calidad de sus fabricados y la diversidad y oportunidad histórica de muchos de sus diseños hacen de ella un referente a nivel mundial). Hispano-Suiza es el nombre de una empresa capaz que creó desarrollos industriales realmente sorprendentes y permitió a nuestro país, durante el tiempo que estuvo activa, mirar a los ojos al resto del mundo industrializado en términos de igualdad.
Hemos conocido hasta ahora a los predecesores de Hispano-Suiza, ahora su historia
Curiosamente de aquel tiempo poco nos ha llegado, seguimos siendo ejemplo de desmemoria y olvido, no así los «mercados» esos espacios inmateriales, pero muy reales, donde las creaciones que aún perduran de la marca Hispano-Suiza se cotizan a precios altísimos.
En una anterior entrada nos referíamos a Automóviles La Cuadra, la primera marca de automóviles que existió en nuestro país, a su corta vida y final. También reconocíamos el valor y la inteligencia del emprendedor detrás de esa iniciativa. Retomamos ahora el relato de los hechos pues uno de los principales acreedores de Emilio de La Cuadra era José María Castro Fernández que se hace cargo de la fábrica tras la quiebra de su anterior propietario.
Automóviles Castro, otra aventura efímera y a la vez muy productiva
Hablamos del año 1902 cuando el Sr. Castro constituye la «J. Castro Sociedad en Comandita, Fábrica Hispano-Suiza de Automóviles». La nueva sociedad se hace cargo de los recursos técnicos y humanos de la anterior empresa. El ingeniero suizo Mark Birkigt (que era también colaborador de Emilio de La Cuadra) sigue ocupando el puesto de director técnico además de entrar a formar parte del accionariado de la nueva sociedad como socio industrial, de ahí la denominación «hispano-suiza».
La historia de esta empresa también es breve, la escasa base financiera de la misma así como la demanda de un mercado nacional falto de tirón hacen que en marzo de 1904 tenga que cerrar. Pero en ese período el ingeniero Mark Birkgit ha tenido tiempo de desarrollar un motor bicilíndrico de 10 CV y una caja de cambios de cuatro velocidades (algo inusual en esa época), y estaba trabajando en un cuatro cilindros de 2.545 Cc y 14 CV con la novedad de usar dos árboles de levas, uno para la admisión y otro para el escape. En 1904 cerrará la empresa dejando en el aire los nuevos desarrollos del ingeniero.
La Hispano-Suiza, Fábrica de Automóviles, S.A.
Uno de los acreedores principales de Castro es Damià Mateu i Bisa, abogado y empresario metalúrgico barcelonés, que se deja convencer por su amigo y futuro socio Francisco Seix Zaya (que también era propietario de un La Cuadra y un Castro) para relanzar la empresa quebrada.
El ingeniero suizo había conseguido hacerse un nombre, a pesar de la desaparición de las dos empresas en que había trabajado, por su habilidad y capacidad de trabajo. También se entrevista con Mateu y tras un estudio de viabilidad la empresa es reabierta. La sociedad propietaria es ya la ínclita Hispano-Suiza. Donde Mateu es el presidente, Francisco Seix vicepresidente y el ingeniero suizo seguirá ostentando el cargo de Director Técnico.
Aquí empieza la andadura de este gran fabricante que alcanzará las más altas cotas de reconocimiento a nivel mundial. La Hispano-Suiza desempeñará un papel clave en las contiendas que estaban por llegar, pero no fue capaz de sortear la más dura de ellas, la más dolorosa y dañina, su historia acabará en 1946. Aquí seguiremos contándolo.
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