El movimiento denominado «lowrider», que es la combinación de las palabras inglesas para bajo y conductor, nace en la ciudad de Los Angeles en EEUU tras la segunda guerra mundial cuando muchos de los soldados de origen latino que regresan a los Estados Unidos se encuentran sin trabajo. En una cultura como la estadounidense donde el coche es un producto asequible pero a la vez signo de poder y prestigio (en aquellos tiempos más que en ningún otro país) los denominados «chicanos» (mejicanos que viven en los estados unidos) comienzan a estilizar los coches que poseen a modo de contestación social y diferenciación, como muestra de su orgullo racial y cultural y como una forma de exteriorizar su rechazo a una sociedad a la que han servido en la guerra y no los acoge tras su regreso.
Manifestación de una identidad cultural (la hispana) llena de fuerza y belleza
Lo que empezó como una mezcla entre manifestación cultural y protesta llegaría a permear, tras unas décadas, a toda la sociedad americana llegando a considerarse un icono cultural chicano y, en muchos casos, verdaderas obras de arte. En estas fechas el Museo Petersen Automotive de Los Ángeles presenta una exhibición denominada The High Art of Riding: Ranflas, Corazón e Inspiración, ranflas es la palabra mejicana para coche. En la citada muestra más de 50 artistas presentan su visión de lo que supone el lowrider para ellos y sus comunidades. Desde coches «customizados» con elaborados dibujos, abarcando desde un Chvrolet Master Deluxe de 1939 o un Chevy Impala de 1968, hasta vibrantes pinturas, esculturas o instalaciones in situ. La exhibición trata de mostrar la gran influencia que el movimiento lowrider ha tenido en la vida de mucha gente y cómo puede ser usado como un lienzo donde expresar la propia creatividad.
Más allá de alterar la suspensión de un coche
Extendido por el suroeste de los EEUU el movimiento lowrider comenzó con el burdo sistema de cargar con sacos terreros el maletero de los grandes coches americanos de la posguerra para conseguir que la trasera fuera casi, muchas veces sin el casi, rozando el suelo. Posteriormente se tocaban los muelles de la amortiguación recortándolos para bajar la altura del coche, se modificaban llantas e incluso se llegaban a poner bloques de metal soldados a los bajos de los coches para que fueran soltando chispas al rozar el asfalto. De ahí, y con el avance de la tecnología, se consiguieron sistemas que permitían regular a través de mecanismos de control hidráulico la altura de la amortiguación. Pasar a decorar y modificar de formas más severas la imagen de los coches sólo hubo un paso.
La tendencia ganó impulso por otras zonas del sur del país como Texas o Florida y cruzó la frontera hacia las ciudades mejicanas que se encontraban próximas a su vecino del norte. Llegando a su esplendor en los 70 y 80. También es un estilo adoptado por muchos de los mafiosos y pandilleros que pueblan las grandes urbes americanas, como un modo de diferenciación y respeto.
Curioso cómo la sociedad utiliza los medios a su alcance para demostrar su propia identidad, cómo todos queremos ser iguales y a la vez distintos de nuestros semejantes. La necesidad de expresión que subyace a todas las culturas se manifiesta de forma más visible en aquellas que comparten sangre latina, la fuerza, la pasión (el corazón como dice el título de la muestra) y también esa inspiración que define los rasgos de eso que se suele llamar raza.
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